Icono del sitio Pulp Fiction Cine

Crítica Elvis: El Retorno del Rey

Crítica Elvis

Los íconos pop de la América dorada no son sólo distracciones brillantes. Son exposiciones de una cultura que se responde a sí misma, cuestionando sus propios ideales y deseos. No necesariamente quién haya sido Elvis sea más importante de lo que Elvis representa. Por lo que con la dramatización de su vida hecha por Baz Luhrmann, el cineasta australiano ha presentado algo mucho más convincente: un cuento de hadas norteamericano.

“Soy el hombre que le dio al mundo Elvis Presley”, dice el coronel Tom Parker (Tom Hanks), su manager, mientras se levanta el telón de la epopeya incrustada en diamantes de imitación de Luhrmann. “Y, sin embargo, hay algunos que me harían el villano de esta historia”, agrega.

Parker, quien vio una promesa temprana en la mezcla políticamente radical de country y rnb de Elvis, con astucia se posicionó como el único supervisor de la empresa creativa de la estrella: el hombre que le ganó un contrato de grabación con RCA Records, quien aseguró sus acuerdos comerciales y apariciones televisivas, y que lo guio a través de una carrera de actor breve, bizarra pero abundante. Parker recibió mucho más a cambio.

En 1980, un juez dictaminó que había defraudado millones al patrimonio de Presley. Algunos, incluso, lo culpan por llevarlo al límite con exceso de trabajo y, en última instancia, contribuir a su muerte prematura.

Los paralelos trazados por Luhrmann con un cuento de hadas no podrían ser más obvios. Parker es la madrastra malvada, Elvis (Austin Butler) es la princesa encerrada en su torre, aún si esa torre es, de hecho, el vasto y dorado escenario de su residencia en Las Vegas

Las extravagantes visiones de Luhrmann siempre han tenido un propósito oculto: no fue suficiente capturar el consumo grotesco de la era del jazz en The Great Gatsby (2013), sino demostrar que la audiencia sería tan débil a estos encantos como lo fue el protagonista de Fitzgerald, Nick Carraway. En cierto modo, Elvis hace lo mismo, en la forma en que su protagonista es seducido y traicionado por su propia fama.

Elvis invita a discusiones serias sobre el destacado legado del músico, y los puntos más débiles de la película hablan principalmente de lo inestable que sigue siendo este debate. Se podría criticar con cuanto nerviosismo muerde los bordes sobre su relación con Priscilla (Olivia DeJonge), quien tenía 14 años cuando se conocieron.

Pero, ¿Puede un filme hablar en nombre de una mujer que todavía está viva y puede compartir su propia historia? ¿Y dónde queda el papel más amplio de Elvis en la historia de la música? ¿Fue su éxito otro capítulo en la larga historia de apropiación cultural de la América blanca, o constituyó ese llamado temprano y rebelde que demostró ser una herramienta poderosa en la lucha contra la segregación?

Podría decirse que la película ofrece el ideal romántico más plausible de Elvis, incluso si lo convierte en algo así como en un ingenuo atrapado bajo el hechizo de Parker. Para Luhrmann, Elvis Presley, tal como Charles Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), es un niño pobre que se convierte en un millonario trágico, pero que en el camino alcanza la fama internacional.

En la narración de Parker, siempre se lo llama «el niño» y nunca «el hombre». Es el niño de mamá de alma dulce y de ojos azules que solo quiere comprar un Cadillac rosa para su familia y tocar la música de su infancia, que transcurrió en las comunidades de mayoría negra de Mississippi. Incluso en el apogeo de la fama de Elvis, la película tiene cuidado de traernos de vuelta a los artistas negros que lo inspiraron, ya sea a través de las propias palabras del músico  o a través de Matt Villa y el frenético trabajo de edición de Jonathan Redmond. 

Al enmarcar la historia de Elvis a través de la del morfínico Parker, la película de Luhrmann escapa de delinear los detalles más íntimos de la vida del músico. En cambio, lo retrata como una ojiva nuclear de sensualidad y genialidad, alguien que se encontraba en la encrucijada de una feroz guerra cultural. Parker cree que puede convertirlo en ‘un chico estadounidense para la clase media blanca’, obligándolo a aceptar el servicio militar obligatorio, cortarse el cabello e ir a la guerra. Elvis se resiste, y la sensualidad de su pelvis ayuda a impulsar la creciente independencia sexual de las mujeres jóvenes en todo el país. “Tiene sentimientos que no estaba segura de poder disfrutar”, señala Parker, mientras la cámara examina a un fan con los ojos muy abiertos  que se muerde los labios. 

Decir que Elvis no se trata tanto del verdadero Elvis puede sonar como si estuviera quitando presión a la actuación de Butler. Pero esto sería un juicio injusto de lo que el actor ha logrado: una suplantación casi perfecta de una de las personas más suplantadas del planeta, por momentos freak pero sin llegar jamás a la parodia. Butler tiene la apariencia, la voz, la postura y el movimiento precisos, pero lo que impresiona de su performance es esa esencia indescriptible e indestilable: magnética, gentil y feroz, todo al mismo tiempo.

Hanks, absorbido por Parker está casi enterrado debajo de capas de prótesis y con un acento holandés grotesco, logra instalar la duda sobre si él es realmente el villano de todo esto. Butler presenta un argumento convincente a favor del poder de Elvis, en un momento en que podría decirse que el músico ha perdido un poco de su prestigio cultural. Luhrmann también. Lo mismo ocurre con la banda sonora, que está repleta de artistas contemporáneos  entre los que destacan Doja Cat y Eminem.

¿Quién era él? La película no proporciona mucha respuesta. Para la audiencia más joven, la cinta puede llegar a constituir su primera experiencia con el Rey, con seguridad ‘Elvis’ les dejará una idea de por qué debería importarles. Quizás nunca hubo nada puro en Elvis Presley, excepto tal vez su voz, y al escucharla en toda su gloria dolorosa y arrogante, se entiende cómo provocó un terremoto.

Salir de la versión móvil